Incorporación de la perspectiva de género en la filantropía de América Latina y el Caribe

Incorporación de la perspectiva de género en la filantropía de América Latina y el Caribe

Miles de mujeres, en todos los rincones de América Latina, se movilizan en las calles reclamando sus derechos, y están decididas a transformar sus condiciones: crean refugios para recibir a las mujeres maltratadas en sus propias casas, instalan bibliotecas para acercar la lectura a los niños y las niñas que no tienen acceso a la escuela, ofrecen sus ahorros para conformar bancos comunitarios, invierten su tiempo en la búsqueda de niñas secuestradas por la trata de personas, y salen a la calle masivamente para exigir el derecho al aborto. Mientras hacen todo esto, también cuestionan las relaciones de poder. Sin embargo, y a pesar de su esfuerzo y compromiso, la filantropía local no toma en cuenta estas iniciativas y no las apoya ni las financia. 

Es desolador ver una y otra vez cómo las mujeres, al crear diferentes formas de «filantropía comunitaria», deben autogenerar recursos por medio del trabajo voluntario y de sus propias aportaciones, lo que provoca la sobrecarga de trabajo, la inestabilidad y la reducción de las oportunidades de sostenibilidad. Mientras tanto, las mujeres con poder adquisitivo y el ecosistema filantrópico en general (con honorables excepciones) permanecen inmóviles en sus sillones de terciopelo. 

¿Cómo podemos cambiar este panorama y animar a las fundaciones y empresas a invertir más y mejores recursos no sólo para la filantropía «femenina» y «dirigida por mujeres» sino, principalmente, para los derechos de las mujeres y las organizaciones feministas? 

En primer lugar, creemos que es necesario comprender mejor las complejidades y dificultades a las que se enfrentan las mujeres y las organizaciones feministas, así como encontrar las razones por las que los «donantes» ayudan tan poco al avance del movimiento. La generación de un conocimiento apropiado es clave para elaborar una mejor estrategia para un posible cambio. Las conclusiones preliminares que se desprenden de la investigación que está desarrollando ELLAS (Uruguay) en colaboración con Comunalia (México) sobre «Mujeres, derechos y filantropía en América Latina y el Caribe», dan cuenta de las grandes ausencias que presenta la filantropía corporativa e individual1. La financiación internacional llega a cuentagotas y se dirige sobre todo a grandes organizaciones como los fondos de mujeres, que tienen un papel fundamental en el apoyo a las organizaciones feministas. Sin embargo, cientos de pequeñas activistas, organizaciones comunitarias y colectivos y grupos informales están fuera del radar. Paradójicamente, es aquí, en la base de la pirámide, donde se producen cambios fundamentales.

En segundo lugar, debemos animar a las organizaciones filantrópicas tradicionales a que cambien su forma de actuar en relación con las mujeres, incluyendo la integración de la perspectiva de género y la interseccionalidad.  Invertir más recursos en las mujeres y las niñas, si no se hace correctamente, no es suficiente para mejorar los derechos de las mujeres. Las organizaciones filantrópicas, en particular los donantes, deben cambiar por sí mismas e incorporar una lente de género en todas sus estructuras y programas.

La integración de la perspectiva de género ha sido adoptada internacionalmente como estrategia para hacer realidad la igualdad de género. Implica la integración de una perspectiva de género en la preparación, el diseño, la implementación, el seguimiento y la evaluación de las políticas, las disposiciones normativas y los presupuestos, con el fin de promover la igualdad entre mujeres y hombres y combatir la discriminación2

Por ejemplo, las organizaciones deben revisar la composición de su junta directiva, su misión y visión, sus políticas de recursos humanos, la forma de diseñar sus estrategias y, por supuesto, sus planes de asignación e inversión de recursos. Esto ya se está haciendo en algunos países más allá de América Latina. Para animar a nuestros donantes locales a avanzar en esa dirección y ayudar a los que quieran involucrarse en este urgente viaje, pronto lanzaremos un manual para la incorporación de la perspectiva de género en la filantropía latinoamericana y un kit de herramientas especial para las fundaciones comunitarias de México.

Si bien la filantropía femenina está en aumento a nivel mundial, esto no significa que los derechos de las mujeres sigan el mismo camino. La historia de América Latina nos muestra que las mujeres siempre han tenido un papel protagónico en el campo de la filantropía, pero también se sabe que sus acciones han sido conservadoras, paternalistas y, en su mayoría, de orientación religiosa. El auge y la creciente visibilidad de una gran variedad de movimientos feministas está cambiando esa tradición, mientras pasa de un enfoque caritativo de los problemas de la mujer a una perspectiva de derechos humanos de la mujer. Un concepto central incorporado por este feminismo de la próxima generación es la interseccionalidad.

La interseccionalidad es un marco para conceptualizar a una persona, un grupo de personas o un problema social como afectados por varias discriminaciones y desventajas. Considera las identidades y experiencias superpuestas de las personas para comprender la complejidad de los prejuicios a los que se enfrentan.

En otras palabras, la teoría de la interseccionalidad sostiene que las personas suelen verse perjudicadas por múltiples fuentes de opresión: su raza, clase, identidad de género, orientación sexual, religión y otros elementos identitarios. La interseccionalidad reconoce que los rasgos de identidad (por ejemplo, «mujer» y » de raza negra») no existen independientemente unos de otros, y que cada uno informa a los demás, creando a menudo una compleja convergencia de opresión3.

Ambos conceptos, la integración de la perspectiva de género y la interseccionalidad, son clave para el desarrollo de la filantropía centrada en las mujeres y el activismo feminista. Un enfoque de integración de la perspectiva de género contribuirá sin duda a aumentar las donaciones en la región, ampliando la base de donantes, no sólo en las fundaciones tradicionales que conceden subvenciones, sino también de forma horizontal a nivel comunitario. Un marco interseccional para la filantropía actuará en la misma dirección, ya que ampliará el alcance de los movimientos feministas al incluir grupos, sectores y temas que antes se consideraban por separado, como el racismo y el medio ambiente, entre otros4.

Para apoyar ese vibrante movimiento, ELLAS ha creado recientemente la Escuela Latinoamericana de Filantropía Feminista y Comunitaria5

Creemos firmemente que trabajando simultáneamente del lado de la oferta (donantes) y del lado de la demanda (organizaciones y movimientos feministas) estamos ayudando a crear las condiciones para cerrar una brecha en el ecosistema filantrópico latinoamericano y, en consecuencia, contribuir a sociedades más equitativas y justas.

Referencias

 

Artículo original fue publicado en WINGS web el 25 de abril de 2022 con el apoyo de la IAF.

 

Autores

Florencia Roitstein es la Directora de ELLAS – Mujeres y Filantropía en América Latina. Es profesora de la Universidad de San Andrés en Argentina y trabaja como consultora para organizaciones internacionales y empresas nacionales y multinacionales en la intersección entre la sostenibilidad ambiental, la equidad de género y el desarrollo económico. Fue oficial de programas para América Latina y el Caribe en la Federación Internacional de Planificación Familiar/WHR en Nueva York y subsecretaria de Estado para el Desarrollo Sostenible en Argentina.

Andrés Thompson trabaja como consultor independiente, con sede en Colonia del Sacramento, Uruguay. Co-lidera como asesor titular del programa ELLAS -Mujeres y Filantropía en América Latina-. Fue director de programas para América Latina y el Caribe en la Fundación W.K. Kellogg de Battle Creek, Michigan (1994-2010) y jefe de la oficina de Brasil de streetfootballworld. También se desempeñó como Coordinador Ejecutivo de la Red Brasileña de Fondos de Justicia Social y como Coordinador de Relaciones Institucionales del Fondo Región Colonia en Uruguay.